sábado, 26 de diciembre de 2015

EL TEMPLO DE KRONOMORTH





I


Una noche en el bar de siempre, perdido entre nubes de humo y alcohol, me despertaron tocándome el hombro. Levanté mi cara de un pequeño charco de vómito que había sobre la mesa y alguien me lanzó un vaso de agua.

―¿Qué demonios hace? ―grité.

―No te quejes, muchacho ―dijo un hombre con voz profunda y rasposa―; me he mojado más que tú con la lluvia y no me ves sollozando por ello.

La tormenta del otro lado de la ventana parecía indicar el fin de la vida sobre la tierra. Las gotas de lluvia chocaban contra el vidrio haciendo eco en el interior de mi cráneo. La cabeza me estallaba. Abrí mis ojos poco a poco y entonces vi al sujeto que me había despertado: un gigantesco anciano cubierto con una túnica.

El hombre apoyó una gran jaula sobre la mesa, tenía forma cilíndrica con la parte de arriba redondeada, y adentro llevaba no menos de una docena de pájaros.

―¿Y usted quién es? ―le pregunté.

―Tengo muchos nombres; tú sabes bien quién soy.

El anciano era descomunal, tanto que al sentarse en el sillón frente al mío ocupó por sí solo el espacio para dos personas. Su túnica de lana estaba llena de agujeros de polillas, y usaba una larga barba corroída por la mugre del tiempo. El sujeto apoyó los codos sobre la mesa y pude ver sus enormes manos llenas de heridas infectas.

―Mire, si es una especie de monje preferiría que se retirase. Ningún hombre puede ayudarme con prédicas.

―Esa es la actitud que te trajo hasta aquí, muchacho; siempre hablando de la ayuda que necesitas como si el mundo te debiera algo.

El extraño se sacó la capucha, su lúgubre aspecto era el de alguien que bien podría tener mil años. Tenía los ojos blancos, pero tuve la sensación de que me estaba viendo con total claridad.

―Veo que usted no es más que otro de mis demonios ―le dije―; lo mataré con alcohol.

―¡No me subestimes, muchacho! ―dijo a la vez que se ponía de pie.

En ese momento un trueno resonó en todo el bar, y el anciano pareció más grande que antes.

Los pájaros de la jaula se alborotaron, chocándose contra las paredes de alambre y largando plumas hacia fuera. El anciano volvió a sentarse y les silbó, entonces las aves se calmaron de inmediato como si hubiesen sido presas de un encantamiento. Yo también quedé mudo, y él continuó hablando:

―No puedo ayudarte en este sitio; nadie puede. La solución a tus problemas te espera en el templo de Kronomorth.

―¿Y eso qué es?

―Es un templo dedicado a todos los dioses ―dijo el anciano―; buenos y malos, reales e inventados, dioses vivos y dioses muertos. Al menos eso es lo que creen algunos. Otros dicen que el lugar no está dedicado a nadie, o mejor dicho, que ha sido erigido para festejar la ausencia absoluta de deidades.

―¿Y por qué eso sería motivo de festejo?

―Porque entonces los humanos ocuparían el lugar de los dioses.

Hice una pausa para intentar digerir sus palabras. Miré a mí alrededor pero solo logré ver rostros borrosos en las demás personas. Las paredes y las mesas del bar se alejaron, perdiéndose en un vacío espaciotemporal. Me atacó de nuevo un profundo dolor de cabeza, y en el interior de mi mente escuché una y otra vez la misma frase: «La solución a tus problemas te espera en el templo de Kronomorth…, en el templo de Kronomorth…, en el templo de Kronomorth…». En ese momento el anciano se adelantó a mis preguntas y comenzó a hablar de aquel sitio:

―Fue construido hace mucho tiempo, cuando el mundo era joven y yo ya era viejo. Con el pasar de los eones los hombres lo han olvidado, y ya no existen mapas que señalen su ubicación, pero de vez en cuando alguien logra hallarlo. Algunos lo encuentran en un sueño, o se chocan con él de manera inevitable; para otros ese sitio puede llegar a estar tan lejos como el lado opuesto del mundo. En tu caso, para encontrarlo deberás hacer lo siguiente: mañana, cuando salgas de esa pocilga a la que llamas hogar, no tomes el camino empedrado de la izquierda para venir hacia aquí como lo haces siempre, ven por el de la derecha.

Hice caso omiso al hecho de que el sujeto supiera por dónde llego al bar y seguí la conversación:

―Siempre tomo el camino empedrado pues el otro es de tierra y se llena de barro en días lluviosos ―dije.

―Pues alguna vez deberías tomar el camino más difícil, ¿no lo crees, muchacho?

―Mi vida ya ha sido demasiado difícil como para complicarla más aún.

―¿Y quién dijo que la vida debe ser fácil? ―preguntó el anciano―. Además no me agrada que hables de tu vida como si fuese tan difícil y la de los demás fuese sencilla. Mejor deja de decir estupideces y presta atención: una vez que llegues a la esquina del bar no dobles hacia aquí, sigue derecho por la calle de tierra.

―Pero estará embarrada por la lluvia de esta noche ―dije.

―¡Lo harás aunque esté embarrada! ―dijo mientras otro trueno retumbaba en el bar―. Continuarás tomando la senda más difícil cada vez que tengas dos opciones, de ese modo llegarás al templo de Kronomorth.

―¿Y cómo sabré que se trata del templo correcto?

El enorme sujeto se inclinó sobre la mesa y me respondió con una amarillenta sonrisa de dientes largos:

―Cuando lo encuentres, lo sabrás.




II


Esa mañana desperte decidido a encontrar el templo de Kronomorth. Fui por el camino de tierra ensuciándome los pies hasta los tobillos. Continué eligiendo la opción más difícil cada vez que la calle se bifurcaba. Agua sobre barro, barro sobre tierra, tierra sobre piedras; siempre seguí el consejo del Encantador de pájaros.

Me fui alejando del pueblo hasta que ya no hubo edificaciones en kilómetros. En un momento llegué a una bifurcación en donde los dos caminos parecieron ser iguales, pero en uno de ellos había una serpiente de cascabel ubicada justo en medio de la calle; supe que debía tomar ese camino. Tomé una piedra para lanzársela a la víbora, pero ella pudo notar mis intenciones:

―¿Qué harás con esa piedra? ―me preguntó.

―No pretendía hacerte daño, solo quería ahuyentarte para poder pasar.

―¿Y por qué me atacas? Yo no te hecho nada. Puedes pasar si quieres, no te detendré.

Su lengua viperina entraba y salía de su boca con rapidez.

―No puedo confiar en ti ―le dije―; no te conozco.

―¿Y cuánto tiempo necesitas conocer a alguien para tenerle confianza?

No supe qué decir.

Nos quedamos ambos en silencio mirándonos. El sol se reflejaba en el vidrio de sus ojos, y del suelo se elevaba una cortina de calor que cubría todo su cuerpo. Minutos después decidió retirarse y pude continuar mi travesía; a veces la solución está en tener solo un poco de paciencia.

Mi peregrinación tomó más tiempo del que esperaba, y mi marcha comenzó a hacerse cada vez más lenta. Mis piernas se volvieron pesadas, como si no fuese yo quien se movía sino que estaba haciendo girar al planeta con mis pasos. En un momento me detuve casi por completo, y unas cucarachas aprovecharon mi falta de movimiento para trepar por mis piernas.

Las alimañas me atormentaron durante varios kilómetros, caminaban encima de mí y se turnaban para susurrarme ideas de suicidio al oído. No me decían que acabe con mi vida en forma definitiva, sino que cometa pequeños actos de muerte: «Recuéstate y descansa hasta que todo se resuelva», «Solo te esperan desgracias en el futuro», «Nadie notará la diferencia si no haces tus tareas», «Nadie notará la diferencia si te mueres».

Comencé a perder mis fuerzas y llegué a creer que jamás llegaría al templo de Kronomorth, incluso se me ocurrió que el anciano me había enviado a una búsqueda de algo que jamás existió, para que muriera en medio de la nada y así la humanidad se desharía de mí.

Las cucarachas llegaron a cubrir todo mi cuerpo, incluso el rostro, y no me permitían ver con claridad cuando caminaban sobre mis ojos. Por culpa de ellas choqué con algo, y al estirar las manos noté que se trataba de un muro de piedra. Parecía ser el fin de mí búsqueda, pues no tenía fuerzas para treparlo. Comencé a sacudirme para deshacerme de los insectos y logré ver entonces que la pared terminaba a tan solo unos pocos metros de donde yo estaba. Me deshice del enjambre que me rodeaba y caminé hasta el fin del muro con facilidad.

Horas más tarde observé que el cielo comenzaba a ponerse de color lila, y vi que en la cima de una colina había una construcción única e imponente, y supe que se trataba del templo de Kronomorth. Tenía forma cilíndrica, y estaba rodeado por columnas, y encima del edificio descansaba una enorme cúpula hemisférica. En ese momento recordé la inmensa jaula de pájaros que llevaba el sabio del bar y me di cuenta de que tenían la misma forma.

Avancé unos pocos kilómetros más mientras el sol se escondía tras la colina, y llegué entonces a otra bifurcación que resultó ser la última.

A la izquierda había un camino de pequeñas rocas de colores brillantes con una hilera de margaritas a cada lado. Parecía ser cuestión de unos pocos minutos llegar al lugar de mi salvación si seguía ese sendero. La ruta de la derecha, en cambio, solo parecía traer consigo promesas de dolor. Ríos de lava la cruzaban, y un bosque de árboles negros no me permitía ver si el trayecto era recto o sinuoso. Por supuesto seguí el camino de la derecha.

―¿A dónde te diriges, adefesio? ―dijo alguien a mis espaldas.

Al darme la vuelta vi que se trataba de un hombre delgado con el rostro cubierto por una grotesca máscara roja.

―Estoy yendo al templo de Kronomorth ―le dije.

―Por eso lo pregunto, adefesio, ¿acaso no ves que el otro camino es más corto?

―El Encantador de pájaros me dijo que siempre elija el camino difícil.

El sujeto de la máscara tomó un poco de la tierra negra del camino de la derecha y dibujó sobre su máscara una enorme sonrisa.

―¿“El Encantador de pájaros”? ―dijo― ¿Por qué lo llamas así? Sabes bien que ese no es su nombre.

―Me gusta llamarlo así ―le dije, y seguí mi camino mientras el sujeto de la máscara continuaba riéndose sujetándose del abdomen para exagerar el gesto.




III


El último escenario se veía terrible, pero el simple hecho de saber que mi meta estaba cerca hizo que no me pareciera tan difícil. A pesar de la negrura de los árboles, la luz solar se reflejaba entre las hojas, permitiéndome ver lo suficiente como para saltar con poco esfuerzo los ríos de lava.

Llegué al templo de Kronomorth justo cuando estaba anocheciendo. Subí por unas escaleras y noté que el camino que yo había tomado era el único con acceso a ellas. Me asomé al borde para mirar el camino de piedras coloridas bordeado por margaritas que me recomendó el sujeto de la máscara. Vi que ese camino no llegaba hasta las escaleras del templo, pues se replegaba sobre sí formando una cinta de Möbius sobre la que caminaban miles de personas suplicantes, semejando un boceto de Escher terminado por Durero.

Ingresé por la ciclópea entrada del edificio intentando no hacer ningún ruido, pues el silencio allí dentro era absoluto. Grandes cerámicas de granito con arabescos cubrían el suelo, y en las paredes había símbolos arcanos incomprensibles para mí.

Caminé por su interior hasta que me crucé con un monje con el rostro deforme. Su nariz parecía haberse derretido y estirado hacia un lado. Sus parpados estaban pegados casi por completo, y no usaba ropa a excepción de un pequeño taparrabos; tal vez para dejar a la vista su torso lleno de cicatrices.

―Disculpe, vengo de muy lejos, estoy buscando… ―dije hasta que el monje me interrumpió llevándose el dedo índice a los labios en un gesto de silencio.

El sujeto elevó el rostro para poder verme mejor. Me observó durante unos segundos como si estuviera leyéndome el alma, y me indicó el camino hacia unas escaleras descendentes. Intenté agradecerle, pero otra vez se llevó el índice a los labios para indicarme que no hablara.

Bajé por las escaleras y allí encontré un segundo monje igual al primero; juraría que se trataba de gemelos.

―Disculpe, he perdido el rumbo, quisiera saber… ―tampoco pude terminar mi pregunta pues él también me interrumpió señalando hacia una entrada.

Llegué entonces a un arco tallado en madera y hueso, sobre el que colgaba una pesada cortina de terciopelo color vino. Corrí la tela, pero allí tampoco estaba mi solución; a unos pocos metros había otro arco igual al primero.

Mi mente comenzó a hacerse todo tipo de preguntas: «¿Encontraré aquí a mi creador? Si es así, le exigiré explicaciones». Pero al abrir la segunda cortina solo encontré un tercer marco igual a los dos primeros.

«Tal vez aquí esté el culpable de mis fracasos. Cuando esté frente a él le diré que se disculpe». Crucé al otro lado, mas solo encontré un nuevo marco de madera y hueso.

«Puede que del otro lado haya un ángel protector, le demandaré que me acompañe por el resto de mis días». Nada aún, solo un quinto marco igual a los demás.

«Quizás no sea una deidad, sino un hombre sabio. Le demandaré ayuda y consejos para poner mi vida en orden». Sin novedades; tan solo un nuevo marco me esperaba a pocos metros.

Perdí la cuenta de la cantidad de cortinas que atravesé y de la cantidad de reclamos que tenía para quien me esperase del otro lado. Pensé que tal vez fuesen infinitas, y que seguiría atravesándolas hasta que al final moriría bajo el peso de ese templo.

Llegué a un nuevo arco idéntico a los otros pero por alguna razón tuve la sensación de que de que se trataba del último; no podría explicar por qué lo supe, pero así fue. Abrí entonces de un tirón la última cortina de terciopelo y del otro lado encontré la causa y la solución a todos mis problemas. La respuesta estaba allí, sobre la inexorable superficie de un espejo.



23 comentarios:

  1. Genial, un texto que invita a la reflexión. A veces echamos la culpa a los demás de todo lo malo que nos pasa, sin darnos cuenta que los dueños de nuestro destino somos nosotros mismos.
    Un abrazo.

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    1. Me alegra que te haya parecido así, María.
      Gracias por el comentario. Te deseo un buen destino.
      Abrazo, amiga.

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  2. El relato engancha y no pude dejar de leer hasta el final. Lo que buscaba era encontrase con él mismo en el espejo. Un saludo

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    1. Me alegra que te hayas enganchado y hayas encontrado el camino hasta el espejo, María.
      Gracias por el comentario. Saludos.

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  3. Un cuento lleno mensajes que nos hacen pensar, el camino no será fácil pero tampoco imposible.
    Y lo mejor el mensaje final, darnos cuenta que nosotros somos los responsables de cada acto de nuestra vida.

    Me ha encantado Federico, :)
    Un fuerte abrazo!!!

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    1. Me alegra que te haya gustado tanto mi cuento, Irene.
      Muchas gracias por venir caminando hasta aquí y dejar tu comentario :)
      Abrazo grande!

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  4. Un buen relato para fin de año, para concientizarnos de que el camino andado siempre sera por nuestros propios pasos, nadie lo puede hacer por nosotros, así como de la misma forma nadie es responsable de los pasos y los tropiezos que damos.

    Un gran misterio por descifrar para al final llegar a la conclusión que de antemano sabemos y cobardemente nos negamos, somos los capitanes de nuestro barco.

    Una buena reflexión cargada de suspenso y fuerza de voluntad.

    Un gusto leerte Federico, aprovecho para desearte un feliz fin de año y un 2016 con aires de liberación emocional y sentimental, paz interior y mucha dicha y prosperidad.

    Gracias porque tus relatos me han permitido llenar de aventuras, encanto, terror, suspenso, misterio, oscuridades y claridades este 2015.

    Mis afectos y admiración por tus letras y tu ser.

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    1. Un gusto para mí que te haya parecido así este y mis otros relatos, Harolina.
      Gracias por tus reflexivos comentarios.
      Te deseo un buen cierre del 2015 y un mejor inicio para el 2016.
      Saludos a los tuyos pero sobre todo al ser responsable de tu destino: esa persona que ves todos los días en el espejo.

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  5. Excelente relato Federico, me tuviste enganchado hasta el final.

    Un abrazo compadre.

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    1. Me alegra haberte mantenido enganchado hasta el templo, compadre.
      Muchas gracias por el comentario, Andrés.
      Abrazo y buen 2016!

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  6. Es el primero de tus relatos que termina en un final feliz. Será que el fin de año te inspiró a escribir el último relato del año con tu estilo oscuro. Pero al final pareciera que encontró su camino.

    No fué trágico esta vez pero cono siempre tus historias no puede uno dejarlas a la mitad.

    Lo único que me pareció terrorifico fueron las cucarachas, eso fue espeluznante.

    Excelente inicio de año.

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    1. Me pareció un relato acertado para este nuevo año que comienza; esta nueva etapa llena de aventuras y desventuras por venir.

      Muchas gracias por dejar tu comentario y tus deseos, Tere.

      Que tengas un excelente año libre de cucarachas.

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  7. Una fábula surrealista que podría ser el guión de un gran cómic porque posee imágenes impresionantes. Muy buen relato, Federico, me ha gustado.
    Te deseo lo mejor para este nuevo año. Que las musas sigan contigo
    Saludos

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    1. Me alegra mucho que te haya gustado, Isidoro.
      Si sabes dibujar..., adelante.
      Te deseo un gran año, amigo.

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  8. Nos encontramos de nuevo con el encantador de pájaros, sus premisas y travesías, senderos que nos conducen a lugares surrealistas, dibujados con alucinantes aspectos de la vida interior. Un viaje donde nuestro reflejo es la culminación de nuestros sentidos, un mundo que se exterioriza según nuestras decisiones tomadas a lo largo del camino. Un relato intenso, atrapante y envolvente. Otra delicia oscura y luminosa de Federico Rivolta.
    ¡Abrazo, mi buen amigo de las letras!

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    1. Me alegra que te hayas dejado conducir por el encantador de pájaros, Edgar. Espero que tus decisiones para este 2016 sean buenas y el mundo se exteriorice luminoso para ti.
      Muchas gracias por el comentario, amigo de las letras.
      ¡Abrazo grande!

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  9. Muchas gracias por el comentario, amigo poeta.
    Abrazo grande, Oskar. Te deseo un muy buen año libre de fantasmas.

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  10. Me ha gustado mucho la ambientación del relato, sobre todo el comienzo en la taberna con la presencia del Encantador de Pájaros me ha encantado. Sin desmerecer el resto, claro está. Felicidades y que continúes escribiendo con la misma calidad.

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    1. Me alegra que te haya gustado. A mi también me gusta más la parte del Encantador de pájaros; espero que algún día vuelva a aparecer frente a mí.
      Muchas gracias por las palabras, Rad Nagouse.

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  11. Muy buen relato Federico que nos ayuda a darnos cuenta que al final somos nosotros mismos los responsables de todo lo bueno y lo malo que nos pasa, y que es tiempo de no culpar y de buscar nuestras soluciones.

    Me ha gustado ese "a veces la solución está en tener solo un poco de paciencia", porque es tan cierto, lo queremos todo rápido y ya y si no lo tenemos, es culpa de otros ni siquiera hacemos un balance sincero.
    Un saludo

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    1. Me alegra que te haya parecido así, Conxita.
      Muchas gracias por la reflexiva lectura y comentario.
      Te mando un saludo y espero que no te falte la paciencia ni las soluciones.

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  12. Saludos Federico, un muy buen relato con gran mensaje. Éxitos y bendiciones!

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    1. Muchas gracias por la visita y el comentario, Mery.
      Una alegría que te haya parecido así. Saludos!

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